Con la experiencia de muchas misiones a vuestras espaldas, pasáis el tiempo que resta de sol que quedan alejandoos de miradas indiscretas. Por fortuna, Irún es una ciudad grande y, aunque de aspecto extraño, sois capaces de manteneros oportunamente alejados de la guardia civil. Dan las nueve campanadas cuando pensáis que la penumbra os ofrecerá suficiente cobertura y os dirigís a la ribera del Bidasoa. La mayoría de los iruneses se han retirado a sus hogares y vuestra presencia en las calles pasa inadvertida. A escasos metros, la Isla de los Faisanes, que dentro de unas horas pasará a ser francesa para no volver a soberanía española hasta dentro de medio año. Julián mira a ambos lados con prudencia.
-¿Listos para un baño?- Amelia asiente y Alonso masculla alguna protesta sin convicción. Os acercáis al caudaloso río, pero el soldado detiene al grupo.
-Hay alguien a vuestra izquierda.- señala, en un tono casi inaudible. Sus compañeros, discretos, miran lo suficiente como para ver la silueta de un hombre fumando que parece contemplar la melliza francesa de Irún. Da una profunda calada y el brillo del cigarro ilumina momentáneamente su rostro. En su gesto se lee que intenta aparentar que no os ha visto; ¿será un peligro para vosotros, un aliado o simplemente alguien que sale a tomar el fresco en una agradable noche de verano?
-¿Intentáis alejar al extraño?
-¿Os lanzáis al agua para alcanzar el islote lo antes posible?