Amelia se detiene y abre los ojos de par en par. Se tapa la boca, entre el espanto y la vergüenza. Lleva a la patrulla a una callejuela donde puede hablar con discreción.
-¡Por supuesto, tuve que haberlo adivinado al instante!¡Estamos en Irún!- se fustiga. Sus compañeros la miran sin entender-. ¡Konpantzia! ¡La isla de los Faisanes!
-Amelia, ya sé que lo que te voy a decir es algo nuevo- ironiza Julián-, pero vas a tener que entender que no sabemos de que hablas y explicarnos dónde está el problema.
-Julián, tú leíste en el informe que otra patrulla intentó catalogar la puerta por la que hemos pasado- ¡¿en serio aún no se habían dado cuenta?!-. Hace diez meses.
-Seguramente la hallaron trabada.- medita Alonso. Amelia niega con la cabeza.
-¿Y si el problema no fue ese?¿Y si el problema es que el lugar donde se halla la puerta es la Isla de los Faisanes?
-¿Qué sitio es ese?- lamenta insistir Julián. Amelia se concede un momento para respirar y comparte su razonamiento.
-Hace diez meses la puerta no pudo abrirse, porque las Puertas del Tiempo solamente funcionan en territorio español, y hace diez meses esa isla no era española.
-¿Una nueva conquista?- se acaricia la perilla el guerrero del grupo-. Así se reconstruye un imperio, poco a poco.
-No es eso, Alonso. La Isla de los Faisanes es un condominio entre España y Francia. En el Bidasoa, a medio camino entre Irún y Hendaya, ambos países se reparten la isla. Seis meses al año es española, los otros seis, francesa. Por eso la otra patrulla no consiguió llegar a pasar la puerta; estaba en el periodo de control francés, y por tanto era inaccesible. Cuando esta mañana hemos llegado nosotros, ese pedazo de tierra era español, por lo que pudimos entrar.
-Por tu tono, lo que está pasando va más allá de la anécdota.- intuye Julián. Amelia asiente, gélida.
-Hoy es 31 de Julio- recuerda-. A las 12 de la noche, la Isla de los Faisanes volverá a ser francesa. Si no llegamos antes, no podremos regresar a nuestra época hasta dentro de seis meses.
Una anciana cargada con una cesta de manzanas pasa a vuestro lado, recelosa.
-Egun on- saluda Amelia. La mujer asiente, pero pasan varios metros antes de que aparte su inquisitiva mirada de vosotros-. Tenemos horas por delante, pero debemos tener cuidado. En estos momentos muchos simpatizantes de la República intentan acceder a Francia para huir de la represión, y el ejército y la Guardia Civil están muy atentos a cualquier sospechoso o persona extraña cerca de la frontera.
Los miembros del grupo se miran unos a otros.
-Pues tiene que haber poca gente más sospechosa o extraña que nosotros.- se lamenta Julián.
-Y en el peor de los casos- desea aportar Alonso-, ¿no podríamos viajar a Madrid y contactar con el Ministerio del Tiempo de este año? Nos dejarían acceso a sus puertas y paso franco para regresar a 2016.
Amelia vuelve a ser portadora de malas noticias.
-En cualquier otro momento esa sería una opción, pero el Ministerio del Tiempo pasó a la clandestinidad durante el levantamiento nacional y en los primeros años del franquismo, para que la Guerra Civil no se convirtiera en una Guerra del Tiempo. El Ministerio sólo volvió a funcionar cuando quedó claro que ninguno de los bandos lo usaría con otra función que no fuera preservar la Historia.
Julián recapacita un instante, saca su móvil e intenta hacer una llamada intertemporal-. No puedo comunicar con Ernesto.
-Si se han bloqueado tantas puertas del Tiempo- recapacita Alonso-, es muy probable que las comunicaciones se hayan visto comprometidas.
-Pues a funcionar, equipo- anima Julián-. Tenemos 18 horas para volver a ese islote y no levantar sospechas. En peores nos hemos visto.
Amelia y Alonso asienten, esperando que su compañero tenga razón en su optimismo.