Camináis por la orilla del río discutiendo opciones cuando un hombre bajito y fibroso os sale al encuentro.
-Mucho pasean por aquí.
Su tono es el de alguien que está acostumbrado a que le tengan miedo. No lo consigue con Alonso.
-Nuestros asuntos son cosa nuestra.- quiere dar por zanjado. El hombre saca del bolsillo una placa y os la pone en las narices.
-No en la España del Caudillo.
-Perdone, agente- intercede Amelia, a la desesperada-. Vamos a Francia por negocios y nos hemos concedido unas horas para conocer Irún.
-Calla, puta- Julián tiene que detener a Alonso antes de que le rompa el cuello por esa ofensa; un par de hombres más salen de las sombras, posiblemente también de la secreta-. Os venía a la comisaría y lo que tengáis que contarme me lo contáis allí. En privado.
Ofrecéis las manos para que os esposen cuando sus compañeros sacan sus armas. Esperáis tener oportunidad de huir más adelante, puede que el Ministerio descubra dónde estáis y os rescaten, pero de momento vuestras oportunidades de regresar a vuestra era son más que limitadas.