Es Julián el que vuelve a a iglesia y convence a los sublevados.
-¡Destrocémoslo todo!¡Que sólo queden astillas cuando arda este lugar!
-Esperemos un poco, padre- le intenta calmar Amelia-. La guardia vendrá a detener esto.
-¿De verdad lo crees?- le susurra Alonso. El cura está tan nervioso y tembloroso que ni les oye.
-No es probable- admite Amelia-. La turba controla la ciudad. Las fuerzas del orden están replegándose, esperando apoyos de regimientos del ejército de Valencia y Zaragoza.
Pero ocurre. A los pocos minutos, un contingente de cinco guardias civiles entra en la Iglesia. Sorprendido, uno de los vándalos no ve como le golpean con la culata de un rifle, para caer al suelo con la nariz rota. Tras unos insultos mutuos y amenazas de disparo, Marc y los suyos levantan las manos y se entregan. Aprovecháis para sacar al sacerdote de la sacristía, pero la guardia civil no hace distinciones.
-¡Levantad la mano! ¡¿Creéis que esto no va con vosotros?!
Intentas explicar que vosotros habéis escondido al sacerdote, y esperáis que el apoye vuestra versión pero inoportunamente se rinde a la presión y cae desmayado, dejándoos en una situación muy comprometida.
-¡Vamos, sin mover un músculo!
Sois llevados a los sobresaturados calabozos de la ciudad, donde permanecéis toda la infausta Semana Trágica. Con un poco de suerte, el Ministerio os localizará y enviará a alguien a sacaros.