En torno al bar L´Estiu revolotean hombres armados, algunos gritando al pueblo las maravillas de la revolución.

-Trenqueu les vostres cadenes! Que els seus provilegis cremin amb les seves esglésies!

No podéis evitar un escalofrío al ver los ataúdes profanados de clérigos abiertos en la calle, con los despojos de su interior a la vista de todo el mundo. La calavera de una monja os observa al pasar, con sus ojos vacíos y su gesto carcajeante.

-Quien no respeta la muerte, no respeta la vida.- sentencia Alonso. Toda empatía que pudiese sentir por la causa de los alzados el recto Alonso de Entrerríos queda en nada ante gestos como este.

Os abrís paso entre la muchedumbre reunida en la taberna. No tardáis en reconocer a Francisco Ferrer i Guardia, que con su discurso progresista y convincente atrae a los parroquianos.

-Una societat supersticiosa i inculta mai no podrà reclamar el seu dret inalienable a la llibertat- agita -. Anarquia i llibertat no és caos i barbàrie.

Unos aplauden, otros protestan, algunos matizan, El mitin improvisado de Ferrer i Guardia concluye con varios focos de discusión de los que el pensador se aleja. Es vuestro momento para abordarle.

-Profesor Ferrer- le dices-, no se acordará de mi, pero nos chocamos durante una carga de la guardia civil.

Su gesto evidencia que sí se acuerda. Y que algo dejó un significativo recuerdo de ese encuentro.

-Perdí algo en ese momento, y creo que usted lo encontró.

-Vengan conmigo, tenemos que hablar.