Alonso se agacha frente a la cerradura y emplea la punta de su daga para forzarla y dejaros el paso libre.
-¡Vamos, Alonso!- le mete prisa Julián-. Curiosamente de lo que menos disponemos en nuestra profesión es de tiempo.
-A vos quisiera yo ver aquí.- le espeta el soldado. Finalmente la cerradura emite un chasquido y la puerta se abre. Para vuestra desgracia, al otro lado, una pareja de policías os apunta con sus armas.
-¿Intentando liberar a vuestros amigos? Pues les vais a acompañar. Y bastante rato, os lo aseguro.
No merece la pena huir. Estáis muy expuestos, y en estos momentos la autoridad no se lo va a pensar dos veces a la hora de disparar antes de preguntar. Acabáis vuestra misión en un calabozo, con pocas esperanzas de conseguir vuestro objetivo.