La marcha al pueblo es fatigosa, máxime con el calor del verano, y aceleráis el paso al distinguir las primeras casas. Uno de los pueblos más cercanos al rodaje de El bueno, el feo y el malo es Covarrubías, pequeña localidad típicamente castellana coronada por un torreón, que nutrió a la película de extras, y a cuyas calles dio colorido la presencia de miembros de la producción, tanto españoles como americanos e italianos. Lo que más os choca al llegar es la cantidad de soldados que se ven en este pequeño pueblo burgalés. No extras disfrazados de soldados unionistas o confederados, a punto de rodar una escena, sino auténticos soldados del ejército español, jóvenes desconcertados, sin duda reclutas haciendo su servicio militar. Creéis distinguir a su superior, un hombre en la treintena, de porte más militar, pulcro corte de pelo y finísimo bigotillo, que reprende a un recluta con una serie de improperios que el otro recibe con increíble estoicismo.
-Ese capitán podría informarnos de la situación del pueblo y del rodaje.- aboga Alonso, respetuoso con la cadena de mando. Amelia tiene que recordarle vuestra misión.
-Tenemos que averiguar la fecha exacta en la que estamos. Para eso bastaría preguntar a los soldados.
Julián guarda un enigmático silencio. Entrecierra los ojos con serenidad y, ante el estupor de sus compañeros, habla con profundidad.
-Deberíamos ir a la taberna- dice-. Las mejores historias del oeste empiezan siempre en una taberna.