A Julián le habría encantado abrirse paso por una puerta de vaivén en la taberna del pueblo, pero se tiene que conformar con una cortina antimoscas para entrar más bien en una tasca con decoración taurina. Amelia regala un gesto de reproche a Julián por insistir en entrar aquí, pero él le señala un calendario con una fotografía de Palomo Linares tras la barra. 17 de Julio de 1966. Misión cumplida, parece decir el madrileño con su sonrisa. El camarero, un hombre entrado en años que mueve de un lado a otro de su boca a gran velocidad un mondadientes, os mira con indisimulado desprecio. No parece contento con la llegada de forasteros de la película -evidentemente os toma por tales- a su local. Y enseguida veis porqué.

-Otraa- un hombre alto, de rasgos marcados, mirada penetrante y bigote cuidado, da dos golpes en la barra con un vaso vacío-. Otraa- repite. Posiblemente sea la única palabra que conozca en español, y da buen uso de ella-. Otraaaaa- dice una tercera vez, dando frenéticos golpecitos con el vaso en la barra. El camarero le arrebata el vaso para llenárselo-. Whiskie.- pide el extranjero, con un tono repentinamente dulce.

-Tintorro.- corrige el hostelero. Colma el vaso, lo pone sobre la mesa y lo desliza hacia el borracho, que lo agarra con destreza y se lo bebe con un mismo movimiento.

-Oh, Dios mío- si en una de vuestras misiones os topaseis con el apóstol Santiago, Julián no mostraría más admiración reverencial-. Es Lee Van Cleef… el malo.

Tras reclamar otra copa, el altísimo actor se pasea por la tasca haciendo gala de porte y embriaguez.

-Eyyy, amigos- te echa el brazo por encima. Parece que sí sabe más palabras en español. Pasa de grupo en grupo, recitando con su voz rota diálogos de la película-. “Even a filthy beggar like that has got a protecting angel. A golden-haired angel watches over him ”- y apuntando a unos y a otros, recreando con su dedo índice un Colt Walker del 47.

No todos reciben sus cabriolas de borracho igual que vosotros.

-Harto nos tiene el beodo este- protestan unos jóvenes, a los que el intérprete de Solo ante el peligro reproduce el diálogo del duelo en el cementerio-. Menudo protagonista tiene la peliculita…

No es el protagonista, es el malo, piensas, pero te pones en tensión cuando Lee Van Cleef derrama la bebida de uno de los chavales que, sin amedrentarse por la evidente diferencia de altura, se levanta y le coge de la pechera, derribándole sobre una mesa. ¿Acabará esto sin más repercusiones, como una discusión de taberna normal o puede dar al traste con una de las películas más importantes rodadas en España?

-¿Sacáis al actor usando el ingenio?

-¿Le rescatáis por medio de la amenaza?

-¿Dejáis que la escena se desarrolle sin intervenir?