-¿Algún problema, señor Van Cleef?- el intérprete intenta enfocar sus ojos de distinto color en Julián, pero no es capaz de ordenar una sílaba tras otra. Los zagales del pueblo fijan su atención ahora en la patrulla del tiempo.
-Si queréis, hay también para vosotros.- os amenaza uno.
-Sea.- se limita a decir Alonso, dando un paso al frente. Amelia sujeta como puede a Lee Van Cleef, que es un peso muerto y le saca una cabeza. El líder del grupillo, asustado por la mirada gélida de Alonso y sintiéndose observado por sus amigos, traga saliva.
-Esto lo podemos arreglar en la calle en un momento.
-Sea.- insiste Alonso. Julián se pone a su lado. La cosa se pone interesante.
-Pagad la cuenta, llevaos a ese borracho y si te he visto no me acuerdo.- la intervención del dueño del bar supone una vía de escape perfecta para los parroquianos, que disfrazan su paso atrás con una concesión al hostelero.
-Ahí está la puerta.- dice el mozo, con un deje de súplica en la voz. Amelia encuentra la cartera de Lee Van Cleef en su chaqueta y se la extiende a Julián, que paga escrupulosamente hasta la última peseta. Cargando con el pesado actor, salís del bar satisfechos con que la situación no haya ido a mayores.