El partido no va como se esperaba; tras un penalti fallado y un único gol a cargo de un cabezazo de Santillana, ¡Malta ha empatado el partido!Ya se han consumido 25 minutos y pocos creen ya en la remontada. El ambiente en el banquillo es de impotencia y nerviosismo. Andoni Zubizarreta, guardameta suplente, se levanta inquieto y anima a sus compañeros. Miráis a vuestro alrededor, pero no distinguís ninguna cara conocida. Te frustra pensar en que vuestra maniobra es desesperada y que quizá nunca conseguiréis encontrar a quién ha alterado el resultado del partido. Pero no os rendís. Julián no se amilana.
-¡Zubi!- suelta un potente silbido. El joven portero alavés se gira instintivamente hacia vosotros- ¡Zubi! ¿Habéis visto algún aficionado raro que os haya hecho algún comentario fuera de lugar?
Zubizarreta arquea las cejas.
-¿Aparte de vosotros?
-Es importante- se une Amelia-. Buscamos a alguien que se haya podido acercar a vosotros y os haya dicho algo extraño… alguien muy confiado en la victoria.
-Ha habido un tipo- recuerda de repente-. Vino al vestuario y nos felicitó por anticipado. Vino a darme la mano, diciendo que era del Barsa. ¡Ya ves, como si yo no jugase en el Athletic! Se quiso hacer una foto conmigo con una cosa que decía que era una cámara muy rara, muy finita…
-Japonesa, sin duda.- quita importancia Julián.
-Y dijo que nos clasificaríamos seguro, pero ya ves, dijo que ganaríamos 13 a 0 y aquí estamos, empate a uno, mecagüenla.
-¿Y dijo algo más?- le apremia Alonso. El legendario portero de la selección recuerda de repente.
-¡Sí! Le dijo a Señor que vería cómo marcaba su penalti justo detrás de la portería. No sé cómo pudo saber lo del penalti pero vaya chasco se llevari…. ¡¡¡Goooool!!!
Zubizarreta se acerca a la línea de banda aplaudiendo el segundo gol de Santillana, que hace que el estadio se ponga en pie. Ya tenéis una idea más clara de dónde puede estar el agente del Ministerio, sólo podéis esperar capturarle de inmediato, y desear que España no tarde en marcar otro gol.