Avanzas hacia el periódico, cruzando los dedos para que nadie lo vea antes de que te hagas con él. La hinchada se pone de puntillas para no perderse un sólo toque del partido y tú te agachas inadvertidamente. Sin duda es un periódico antiguo que aún no se ha impreso, ¿trajo esta reliquia el turista temporal antes de, por su torpeza, hacer que quedase desactualizado? No hay otra explicación. Agarras el periódico, y tiras de él, con tan mala fortuna que el aficionado que lo pisaba pierde contacto con el suelo y cae hacia adelante.
-¡¿Qué coño haces, payaso?!- dice con un marcado acento andaluz.
-Quería recuperar algo- te disculpas-. Siento haberte empujado en el intento.
-Las cosas se piden, gañán.- por desgracia para ti, el grupo del agraviado, afectado por el discurrir del partido, no ven con mala cara una gresca para liberar tensión, y no tardas en comprender que de esta no saldrás pidiendo disculpas. Tu adolescencia fue movida, así que no te tiembla el pulso a la hora de agarrar de cuellos y soltar puñetazos. Un “vive dios” te anuncia gratamente que Alonso se une a la pelea, y no es poca ayuda. Cuando los más prudentes del fondo empiezan a separaros y la policía amenaza acercándose porra en mano, notas un puñetazo que viene de no sabes donde y que impacta dolorosamente en tu cara. Notas el inconfundible crujido de tu nariz al romperse. El sabor de la sangre llena tu boca.
-¡¿Estás bien?!- se te acerca Alonso, cuando el disturbio se disuelve y tu agresor se pierde entre la multitud. Amelia, advertida por el revuelo, se te acerca y pone su mano en tu hombro.
-No es grave- tranquilizas, sacando un paquete de gasas de tu equipo y aplicándolo en tu nariz-, pero en estas condiciones no puedo seguir.
Amelia está de acuerdo.
-Vuelve al Ministerio. Nosotros completaremos la misión.
Asientes y les ofreces el periódico que has encontrado. Son los mejores, sabes que conseguirán encontrar al intruso, pero hasta que recibas la atención necesaria, para ti esta misión ha concluido.