-Escucha, Tomasín, son esos.
No podéis imaginar quién os señala hasta que os giráis. Ya ni recordabais al repartidor al que quitasteis las bebidas para poder entrar en el estadio. Ahora, un furibundo hostelero sevillano sale de la barra y os grita desatado.
-¡¿Qué hacen ustedes robando mis cosas, jugando con mi negocio?!
Intentas tranquilizar sin éxito al camarero, pero no consigues sino encenderle más y, bajo las celebraciones de un nuevo gol, una pareja de policías entra en la cafetería, advertida del escándalo.
-¿Qué pasa aquí?- dice uno, molesto por perderse el tramo más emocionante del partido. El camarero explica sin mentir cómo robasteis sus bebidas para haceros pasar por repartidores y entrar en el estadio. Sin decir una palabra más, los policías toman a Julián y a Alonso del brazo y os conducen al exterior. Vuestros argumentos caen en saco roto y, en pocos minutos, os encontráis en las frías y vacías calles de Sevilla. Habéis sido imprudentes y habéis perdido toda posibilidad de capturar al temponauta ilegal. Sólo esperáis que su presencia en el estadio no anule todas las posibilidades de España de clasificarse para el europeo.