Alonso, tan diestro en combate como preciso y fino en lides más sutiles, introduce la punta de su daga en la cerradura hasta que el mecanismo se abre con un sonoro clic.
-Vía libre.- anuncia, y podéis entrar en el Benito Villamarín por ese acceso secundario.
-No ha sido tan difícil.- se felicita Julián, que no puede disimular su impaciencia por ver el partido. Quizá se precipita, pues tras vosotros oís una exhortación que tiene mucho de sorpresa.
-¡Vosotros!¡Deteneos!
Un guardia de seguridad deja caer su bocadillo de calamares y corre en dirección vuestra, con su voluminosa panza oscilando en cada zancada.
-¡Corred!- no hace falta que lo grites. Tus compañeros se lanzan a la carrera, y, aunque vuestro perseguidor tiene bastante con no desfallecer, vuestras posibilidades de escapar en un espacio cerrado como este son pocas.