El vigilante ya jadeaba de fatiga al ponerse a correr, por lo que piensas que escabulliros sólo puede servir para quedar encerrados si el obeso guardia ve como os escondéis, así que no detienes tu carrera. Corréis por un pasillo, subís una escalera, cerráis una pesada puerta tras vosotros y de nuevo atravesáis otro pasillo. Hace tiempo que ya no oís los pasos de vuestra obesa némesis cuando llegáis a una salida al campo y veis la espectacular imagen de un estadio en el que treinta mil personas gritan, vitorean, celebran y agitan banderas y bufanda. Os perdéis bajo un impresionante paisaje rojo y amarillo sin ya posibilidad de que os localicen.