-Don Miguel- improvisa Julián-, el viaje ha sido largo, y temo que poco productivo. ¿Sería tan amable de servirme un vaso de agua?

El literato, calculando lo cortante que había sido con su visitante, asiente y sale de la sala. Julián aprovecha el momento y se acerca a la chimenea, de donde retira el pedazo de papel y se lo guarda en el bolsillo, sin leerlo siquiera. Vuelve a su asiento antes de que el escritor regrese.

-Beba, beba. Siento no haber podido mejores expectativas respecto a lo que venía a preguntar.

-No siempre conseguimos lo que pretendemos.- se encoge de hombros Julián. A la salida le esperan sus apremiantes amigos.

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