Julián se levanta y se acerca a la nutrida estantería de Cervantes.
-Veo que tiene una buena colección.- hace notar. El autor de las Novelas Ejemplares resopla.
-Sí, va con la profesión. Los escritores solemos leer mucho.
Julián toma un volumen de Gargantúa y Pantacruel y lo hojea con poco cuidado para un libro que ya entonces era viejo.
-¿No tiene ilustraciones?- Cervantes se acerca, incómodo.
-Tenga cuidado, ese es un libro particularmente valio…- el tomo se cae de las manos repentinamente torpes de Julián-. Vive Dios, traiga aquí.
Julián aprovecha para acercarse a la chimenea para apoderarse del papel, pero Cervantes no le quita ojo de encima.
-¡¿Qué hace?! Será mejor que se vaya, caballero, no es bien recibido en esta casa.
Julián sale a toda prisa, disculpándose sin éxito. Don Miguel de Cervantes da un portazo y suelta un exabrupto al dejarle fuera. Amelia y Alonso le esperan ahí.
-¿Y bien?- le apremia la joven. Julián no encuentra la expresión adecuada.
-Bueno, primero Lope de Vega y ahora Miguel de Cervantes- enumera-. Parece que ya me odian dos de los mayores escritores de la Lengua Española.
-¿En serio?- no da crédito Alonso, ofendido. Amelia parece echar a arder.
-¿Y qué vas a hacer cuando conozcamos a Calderón?¿escupirle en la sopa?
Esta línea de investigación ha fracasado. Más suerte en la siguiente.