Julián hace un gesto para pedir calma a unos y a otros.
-Nosotros también buscamos a Navarrete. Tenemos asuntos pendientes con él, pero es un tipo astuto y ha huído con su criada antes de que nosotros llegásemos.
Los dos se miran, dudando.
-Nos aseguraremos, haceos a un lado.
Les dejáis paso, esperando que Navarrete y Bárbara tuviesen tiempo y cautela para esconcerse. Pero no hay suerte.
-Intentaban huir por detrás.- un matón alto y delgado, con el rostro lleno de marcas, arroja al sacerdote al centro de la Iglesia. Otro intenta mantener quieta a Bárbara, que insulta, blasfema y escupe intentando liberarse de la presa.
-Así que no estaban, ¿verdad?- pregunta el barbudo. Julián pone cara de sorpresa.
-Al parecer no buscamos bien.
El gigantón extremeño agarra a Navarrete y le arrastra al exterior. Alonso intenta detenerle, pero el barbudo saca su pistola de chispa y le apunta a la cara.
-Estamos en desventaje- le dice Amelia-. No intentes nada, Alonso.
El soldado escupe a un lado, despectivamente, pero los valentones sonríen y paladean su victoria.
-¡Ayudadme, por favor!- no tenéis más remedio que desoir al clérigo. Los cuatro matones salen de la iglesia y en seguida oís el sonido de un carro arrastrado por caballos alejándose.
Habéis perdido la mejor baza de vuestra misión, sólo esperáis que al regresar a vuestra época nada haya cambiado.