Vuelven sobre sus pasos; es más posible que sorprendan a los matones que ahora investigan la Iglesia. Es Alonso el que, espada en mano, va en cabeza, pero su probada habilidad militar no le sirve de nada cuando al abrir la puerta trasera sus oxidadas bisagras chirrían escandalosamente y advierten a los valentones del interior.

-¡Rindan sus armas si aprecian su vida!- grita uno. Alonso nunca se ha rendido y esta no será la primera vez.

-¡Lléveme el diablo si lo hago!- el soldado se lanza sobre ellos y su destreza y ferocidad les pilla por sorpresa, no sólo manteniéndoles a raya, sino haciéndoles retroceder, pero la otra pareja, apercibida de la reyerta, se unen en el ataque y antes de que la patrulla pueda hacer nada, agarran a Bárbara y a Navarrete y se alejan, con sus dagas en el cuello de la pareja para evitar que Amelia y Julián intervengan. Cuando se alejan lo suficiente, los matones de la iglesia dan por buenas las tablas y se alejan de su duelo con Alonso. La Patrulla ha perdido a Baltasar Navarrete y, con él, a su mejor baza para resolver el misterio del Quijote de Avellaneda. La misión ha fracasado.

FIN