Regresan a la parroquia, con Bárbara aún temblando y Navarrete intentando calmarla con promesas y buenas palabras.
-Pagaré el lunes, se lo garantizo- repite-. En cuanto acabe con un trabajo que tengo pendiente.
-Habla mucho de ese trabajo- observa Julián-, ¿no será un trabajo con un editor catalán?
Navarrete tartamudea y se santigua.
-Asunto de letras es- confiesa-. Un ilustre me pagará una buena cifra por completar una obra.
-¿El segundo Quijote, verdad?- se lanza Alonso-. ¿Os aprovecháis de la creación de otro para ganar unos maravedíes? Completad esa sucia obra y facilitad nuestra misión; al hacerlo, tenéis nuestro permiso para caer en el olvido.
Amelia rebusca entre los papeles del escritorio del párroco. Enarbola una de las hojas que encuentra.
-”-Bien sea venido el nunca vencido Caballero Desamorado, defensor de gente menesterosa, desfacedor de tuertos y endilgador de justicias.”- lee-. Es el Quijote, sin duda, pero sin duda no es Cervantes. Vos sois Avellaneda.
El párroco no da crédito y no entiende la misión de esos recién llegados ni porqué saben tanto.
-Os confundís- dice-. Es cierto, ese Quijote no es el de Cervantes, gran genio al que tuve el placer de conocer, pero yo no soy el autor.
-Es su escritorio y es el texto que buscamos- deja claro Julián-. Si no me equivoco, en 1614 dos más dos siguen siendo cuatro.
-Sí, sí, yo trabajo en esa novela- admite-, pero como corrector. Leo lo que me mandan, repaso el estilo, corrijo erratas, acaso altero algún nombre, pero esa novela no me pertenece…
-En eso estamos de acuerdo, pardiez.- brama Alonso. Baltasar Navarrete escarba entre una montaña de hojas. Elige unas cuantas y se las extiende a Amelia. Su mano tiembla cuando la joven toma las hojas.
-Ese es el manuscrito original- explica-. Como podéis ver, la letra es otra, y la mía sólo aparece en anotaciones y correcciones. Lo que visteis vosotros es un borrador del texto pasado a limpio.
-¿Quién os manda este manuscrito?- inquiere Amelia, intrigada.
-Mensajeros ignorantes de lo que portan. Me traen los capítulos originales y se llevan lo corregido. Traen el pago, cuando corresponde. Toda la obra está completada ya, sólo falta el último pago.
-¿Alguna idea de quién es autor de este mal Quijote?- el tono de Alonso no da pie a respuestas vagas o evasivas. El párroco agita las manos, en gesto negativo.
-Lo único que os puedo decir es, en una ocasión, un pillastre me trajo un mensaje suyo. Me citó en un barrio inmundo, presumo que donde él vive, y allí apareció un hombre anciano, embozado y celoso de su identidad como si fuera un espía inglés. Apremiante, quería hablar conmigo sobre mi repaso de los primeros capítulos. Era un hombre hosco, pero conseguí convencerle de mis pequeñas correciones.
-¿Qué barrio era ese?- pregunta Julián. Navarrete no tarda en responder.
-Malasaña.
Anota la PISTA 3
La patrulla se reune mientras Navarrete y Bárbara se abrazan, intentando calmarse.
-Parece una pista en firme.- se felicita Alonso.
-Navarrete aún tiene que recibir un pago- recuerda Amelia-. Podría ser una posibilidad de encontrar a la persona que le contrató.
-O no- es mas escéptico Julián-.Puede que quién traiga el pago ni sepa ni quiera saber quien es su jefe.
-Julián tiene razón- coincide Alonso-. En esta época estos negocios se hacen entre sombras y rostros velados.