-No queremos entretenerle más, don Roberto- se despide Julián, volviéndose a poner el sombrero-. ¿Pasará mucho tiempo en Madrid?

-En dos o tres días partiré a mis tierras de levante- explica-. Mucho tiempo es ya fuera de mi hogar.

-Le deseamos buen viaje y suerte en su negocio.- dicho esto, salís de la taberna.

-Tres días- repite Alonso-. Tres días para encontrar al perro Avellaneda y hacer que su sucio manuscrito llegue a Roberto.

-Tal vez no tengamos que hacer nada- teoriza Julián-, quizá tengamos que dejar que los acontecimientos se precipiten por sí solos. Si aguardamos aquí, puede que Avellaneda venga y entregue su Quijote; sólo tendríamos que esperar.

-Nos exponemos a perder demasiado tiempo- recuerda Amelia-. Un tiempo del que quizá no dispongamos.

-Es una baza arriesgada, es cierto, pero merece cuanto menos que lo valoremos.- dice el madrileño.

¿Qué hace el equipo?
Esperan

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