El grupo ya tiene por dónde buscar, pero la tarea de investigar aún es ardua y les lleva casi toda la jornada. Han de preguntar mucho y recibir muchas negativas, vaguedades y malas respuestas hasta que encuentran con alguien que les parece dar una pista sólida.

-Ummmmm- dice el vendedor de un puesto de frutas-, creo que la persona de la que me hablan ha pasado por aquí alguna vez. Presumo de recordar a todos mis clientes y, sí, recuerdo a un caballero anciano que se dice escritor. Por lo que recuerdo, vive en el barrio de Malasaña y frecuenta el Mentidero de San Felipe. Presume con frecuencia de ser veterano en la lucha de galeras y se considera martillo del turco, pero poca o ninguna fortuna parece haber conseguido de su vida guerrera. Malvive con una pequeña asignación que, según jura, proviene de un ilustre. No puedo decirles sus apellidos, dado que nunca los supe, pero su nombre es Alonso.

Los patrulleros se miran y sonríen. Los datos que ofrece el tendero coinciden con los que han descubierto. Sólo confían en conseguir algo más definitivo y concreto.

-Vive en el barrio de Malasaña- repite Amelia-, pero, ¿sabría en qué calle se hospeda?

El frutero se acaricia la barba, pensando.

-Un día pagó unos maravedíes a mi chiquillo para que le llevase unas frutas a su casa… ¡La calle de la Alondra, eso es! Buscad el hogar más humilde, o preguntad a los vecinos; no habrá muchos que se digan veteranos de Lepanto entre ellos.

El equipo da las gracias al comerciante y parten raudos a la calle de la Alondra.