Os aseguráis de hablar en tono reservado para que quien os acoge no escuche ni una palabra de más.
-¿Qué podemos saber de lo que ocurrirá mañana, Amelia?- pregunta Julián, acomodándose en la cama que esta noche tendrá que compartir con su compañero.
-Un avión de la fuerza aérea norteamericana, procedente de la base de Zaragoza, sobrevolará esta zona a las 10:30, cuando un avión cisterna se aproximará para que reposte en vuelo. Un error en esa sensible maniobra acabará con ambos aviones destruidos y con la mayor parte de sus tripulaciones muerta- se lamenta-. Cuatro bombas caerán, una en el pueblo, dos en los alrededores y una en el mar. El ejército americano desplegará un amplio destacamento para retirar los restos. Una vez lo consigan, nuestra misión estará completa.
-¿Tropas extranjeras campando a su aire por nuestra patria?- dice Alonso, incrédulo-. Mucha licencia tienen esos americanos en país soberano
-Juega eso a nuestro favor ahora- juzga Julián, aun asqueado-. Que cojan sus bombas y se las guarden donde les quepan.
-Acudiremos a cada lugar de impacto para verificar que la Historia se cumple fielmente- dictamina Amelia-. No debería ser difícil.
O sí. Algo te dice que la misión no será tan sencilla como os queréis hacer creer, pero, ¿qué puede fallar? Tras unas pocas palabras, os retiráis a descansar. Julián y Alonso comparten pieza y cama, mientras Amelia, en su condición de única mujer, dispone de una habitación pequeña pero en exclusiva. Estáis fatigados por el viaje pero no paras de moverte en la cama, con el pinchazo de un mal presentimiento en tu mente. Quizá dar un paseo te ayude a tranquilizarte, o puede que debas, como tus compañeros, buscar el sueño para estar en las mejores condiciones para la misión de mañana.