Regresáis al punto de caída de la bomba y comprobáis, con satisfacción, como los soldados americanos se han desplegado e inspeccionan la zona con equipos de aislamiento radioactivo.
-Muy bien, chicos- dice Julián, con su habitual toque sarcástico-. Recoged vuestros juguetes.
-Podemos estar tranquilos- juzga Amelia-. Los americanos están haciéndose cargo de la situación y nadie sacará provecho de estos peligrosos despojos.
-Tal vez sí debamos inquietarnos.- Alonso señala a la cumbre de una colina desde la que se divisa perfectamente el valle donde han caído los restos. Allí se ve un coche aparcado y, de la ventana de atrás, veis el perfil de un rostro que, en la distancia, no sois capaces de reconocer. El cristal oscurecido se levanta y el coche se aleja. Estas personas están muy interesadas en las bombas, y no desisten en su búsqueda. De momento habéis sido capaces de controlar la recuperación de restos pero, ¿hasta cuándo?