Relatas a tus compañeros tu encuentro con Lola Mendieta mientras camináis hacia el puerto. Sentís cierta incredulidad por la ayuda que os ofrece la desertora, pero al final prevalece llevar adelante el plan que os ha puesto en bandeja.

-Esperemos- dice Julián, sólo medio en broma- que haya cierto honor entre viajeros en el tiempo.

No tardáis en encontrar el barco, de perfil alargado y profundo calado, amarrado y completamente disonante con el resto de las embarcaciones ahí presentes.

-Los americanos ya se están encargando de las tres bombas que han caído en tierra- recuerda Amelia-. Los hombres de Muñoz Grandes han tenido que traer aquí los pocos restos que hayan podido reunir.

-Y si quieren hacerse con la bomba que ha caído en el mar- apunta Julián-, ¿qué mejor plataforma que esta?

-Conseguir hundirla supondrá la derrota de estos insensatos. Una bomba en el buche de este barco no es mala idea.- admite Alonso.

Los tres coincidís en que no hay mejor opción que esa. Sólo queda decidir quién acometerá la misión; ¿primará la astucia de Julián, la inteligencia de Amelia o el entrenamiento de Alonso?

-Lo haré yo- impones. Tus compañeros rechazan esa opción y defienden sus candidaturas-. Debo hacerlo. Tuve a Lola Mendieta ante mí y no hice nada para detenerla.

Comprendiendo que para ti, desde que la artera mujer te intentó atraer y llegaste a tener dudas sobre tus lealtades, esto se ha convertido en un asunto de honor personal, tus compañeros aceptan. Agarras el maletín con la bomba y abandonas el escondrijo que ocupáis. No hay nadie en el exterior, y la noche comienza a caer, por lo que no tienes problema en acceder a la cubierta principal. Asegurándote la protección de cada recoveco en el barco, observas, a través de la ventana, como un grupo de cinco hombres discuten en una sala de muebles lujosos y decoración patriótica sobre el plan de acción del día siguiente. Te protege la oscuridad y que su atención se centre en un mapa en el que se señalan los puntos de caída de las bombas, y puedes oír cómo maldicen su fracaso a causa de “ese grupo del que nos advirtió la mujer”. Se animan recordando cómo la flotilla americana se dispersa buscando la bomba por toda la costa almeriense, lo que les permitirá recuperarla, casi intacta, y llevarla a Barcelona para que sea estudiada. Te aterra la posibilidad de que, al hacerlo, un accidente acabe destruyendo o irradiando la Ciudad Condal.

Pero no puedes amedrentarte. Confías en que toda la tripulación se concentre aquí, y puedas entrar sin dificultades en el barco. Accedes al interior. Frente a ti, tras la puerta cerrada de la sala de reuniones oyes a los confabuladores. A tu izquierdas distingues el puente de mando, ahora a oscuras y solitario y, a la derecha, una escalera desciende al interior de la embarcación. Distingues luz en la cubierta inferior, ¿indicativo de que hay alguien ahí? No es buena señal. Podrías quizá dirigirte al puente, activar el motor, y hacer que el barco se estrellase contra el puerto. Puede que eso sea suficiente para que se hundiese, ¿o no? No es el plan que habíais preparado pero, en situaciones como ésta, no se pueden conocer con anticipación los factores que te pueden obligar a cambiar la estrategias.