El guardia civil apura entre jadeos los últimos metros que os separan.
-Identifíquense.- exige.
-Somos de la capital, y vamos a Valencia en asunto de negocios- explica Julián-. Nos hemos detenido unos días en Palomares para…
-¡Me han secuestrado!- rompe inesperadamente a llorar Amelia-. Me han arrancado del seno de mi familia en Barcelona y piensan reclamar un rescate.
Alonso y Julián quedan aturdidos, pero aún más el guardia civil. Por su expresión, y la seguridad con la que una vez recuperado apunta a los hombres del grupo, apostaríais que se le había ordenado deteneros, pero no se le había dicho el porqué.
-Así que es eso- dice, con voz furiosa-. ¡Levantad las manos!
-Muchas gracias, Amelia.- reguñe Julián, expuesto al fusil del benemérito. Pero el plan de la catalana no termina allí. En ese momento se lanza hacia el guardia civil y le abraza con fuerza.
-¡Mi salvador!- interpreta hasta el final. El uniformado, desconcertado, ve como su arma deja de apuntar a sus cautivos y trastabilla sin pretenderlo. Momento para los varones del equipo. Julián se lanza y aferra el fusil, arrebatándoselo y Alonso, en un único y fluido movimiento, echa su mano a su pistola, la desenfunda y apunta al verde sin darle oportunidad a que reaccione. Tomáis control de la situación y podéis amordazar y atar al agente, donde no tardarán en encontrarle los americanos.
-Buena jugada, Amelia- concede Julián-, pero casi nos pillas más desprevenidos que a él.
-Alguien ha conseguido que nos persigan las fuerzas de seguridad- desvía el tema la líder del grupo-. Tenemos ante nosotros a poderosos adversarios.
-¡Continuemos!- apremia Alonso-. Debemos recuperar esa parte robada de la bomba, Dios sabe qué ocurrirá si no lo hacemos.