Aguardáis a que los marines lleguen a donde estáis, convencidos de que haber puesto sano y salvo a su compatriota hará que ganéis su favor. Por desgracia, la pérdida de las bombas y la necesidad imperiosa de recuperarlas induce a los norteamericanos a un estado de paranoia del que no os liberáis.
-Identifíquense.- dice uno, en un mal español. Intentas esquivar la pregunta con elegancia.
-Somos de la zona- dices, con la convicción de que no percibirán los matices del acento-. Vimos caer a su compañero y acudimos a…
-¿Y ese arma?- señala a la pistola que ha usado Alonso para llamar su atención. Varios soldados os apuntan. Uno se la arrebata al tercio.
-No la reconozco.- admite. Obvio. Esa pistola no se construirá hasta dentro de cuarenta años.
-¡Acompáñennos!- ordena el oficial. Intentas formar una protesta-. ¡Ahora! ¡Vamos a hacerles unas cuantas preguntas!
Furiosos por vuestra torpeza al dejaros atrapar, sois conducidos al campamento que, en tiempo récord, está construyendo el ejército norteamericano en la playa de Almería.