Estudiando la tienda, Alonso encuentra un rincón donde la lona de la tienda está más suelta, fruto sin duda de una instalación precipitada. Solicita con un gesto silencio a sus amigos, que se lo conceden, viendo que poca más ayuda pueden brindar. El tercio se desliza por debajo de la tienda con una gracilidad impropia de alguien de su complexión y, tras un eterno silencio, vuelve a asomarse, apremiando a sus compañeros. Alonso y Amelia salen guiados por él, y se encuentran justo en línea de playa, lejos de las miradas de los guardias.
-Vámonos.- susurra Julián. Alonso le pide calma, y desaparece bajo la tela de una tienda mal asentada. Regresa al minuto con todo vuestro equipo.
-¿Cómo sabías dónde se encontraba?- no puede evitar preguntar Amelia. Alonso se encoge de hombros.
-Oí hacia dónde se dirigía el oficial- explica, llanamente-. Cuando tu vida depende de que detectes o no una emboscada, aprendes a tener buen oído.
-Ey, you, stop!- uno de los soldados del campamento advierte vuestra fuga y hace el ademán de sacar su arma. Alonso, con la velocidad de un áspid, le suelta un puñetazo en el estómago, desenvaina su daga y le lanza a la inconsciencia con un golpe seco de la empuñadura en su cabeza. Ciertamente, como diría aquel, dejas a un tercio de Flandes ante un marine sin más arma que su daga y no le dura ni medio minuto. Pero suena la alarma en el campamento y os veis obligados a lanzaros al mar para alejaros a nado. A Amelia y a Julián no les cabe la menor duda de que, si no fuera por su compañero, la misión habría llegado a su fin. Pero todos coincidís en que todo soldado americano es consciente de vuestra fuga y que os conviene manteneros alejados de ellos. Anota CAUTELOSOS