Decides no dejar por investigar ningún indicio y rodeas las rocas, encontrando lo que parecen las cenizas del respaldo de uno de los asientos de los aviones, que no tardan en extinguirse por completo dejando un acre olor tras de si. Tras comprobar que no se trata que merezca la pena dedicarle más tiempo optas por regresar con el equipo, pero algo hace que te agaches y escondas tras las rocas. Tres hombres de aspecto amenazante apuntan a tus amigos, y les esposan con una rudeza innecesaria. Son empujados a una marcha a campo través, dirías que a una vieja casa de labranza abandonada en medio de la llanura. Te mantienes en tu escondite, e interpretas por la actitud arrogante de los hombres, y por la ya demostrada lealtad de tus colegas, que los asaltantes no saben de tu existencia. Eso aumenta tus posibilidades de rescatarles, piensas, pero no será sencillo. Siguiendo al grupo a una distancia prudencial, verificas que tus compañeros son conducidos a esa construcción de adobe medio desmoronada. Secuestradores y rehenes desaparecen en el interior, poco puedes saber de dónde o en qué condiciones están. Toda la misión y el destino de la patrulla depende de ti.