-¿Don Miguel de Cervantes?- pregunta Alonso, mientras el grupo se acerca a la humilde casa del dramaturgo-. Sigo sin verlo. Salvador nos dejó claro que no quería que le volviesemos a ver.

-Atiende a lo que has dicho, Alonso- apunta Julián-. “Volver a ver”. A mi Cervantes no me ha visto nunca.

-Tiene sentido- admite Amelia-. Cervantes es ahora una celebridad en Madrid, y en toda España. No es extraño que algún aficionado a la literatura se le acerque y se interese por su obra.

-Dicho queda- zanja el enfermero, ajustándose su sombrero-. Dad una vuelta por la zona y en un rato estaré con vosotros.

Julián se acerca a la casa. Cervantes ocupa una vivienda de una sola planta en una esquina frente a una plaza pavimentada. La casa parece vieja pero acogedora. Por las ventanas entreabiertas se distingue un interior espartano típicamente castellano y una destacable biblioteca. Las campanas tocan sordamente y por la plaza sólo merodean pedigüeños y beatas camino de misa

Julian no esta habituado al protocolo del siglo XVII asi que se limita a llamar a la puerta ha llegado en mal momento? Nadie responde, pero la puerta parece abierta.

Entra sin llamar

Insiste hasta que le abran