Una anciana famélica riega la entrada de su casucha miserable.

-Señora- se acerca Amelia, amable-, ¿conoce usted al padre Navarrete? Es el párroco de esta iglesia, si no me equivoco.

-No sé qué querría una joven hermosa y cristiana como vos de tal persona- responde, sin tapujos. Alonso se une a la conversación.

-¿Mal sacerdote es ese Navarrete?

-Indigno del buen Dios. Los vecinos de la zona preferimos ir a otras iglesias, que la salvación bien compensa unas piernas fatigadas.

-¿Qué podéis decirnos de ese hombre? ¿En qué ofende a la moral y a su sotana?- interroga Amelia. La anciana se acerca a ellos y habla en confianza.

-Un cura inflexible y defensor de la tradición en el púlpito, muestra demasiada afición por las mujeres puertas adentro. Trata con una indulgencia sus pecados que no muestra luego con las nimiedades de los otros en el confesionario…

-¿Habladurías son?- dice Alonso, incrédulo. La vieja asiente.

-Vive en la vicaría con una mujer que demasiados hombres ha conocido- señala a Amelia-. Cuiden bien a la zagala, no la dejen sola con ese pájaro.

-Extraño. Lo que nos había llegado era que el padre Navarrete era un hombre de moral impoluta… y un hombre de letras.- desliza Julián. La mujer parece pensar un momento.

-Ahora que lo dice, un vecino le contó a mi marido hace unas semanas que vio entrar en la iglesia nada menos que…

-¿Nada menos que a quién?- la apremia Alonso.

-Nada menos que a Lope de Vega- Julián mira de reojo a Amelia-. Ya ven ustedes, el Fénix de los Ingenios en esa Iglesia olvidada de Dios.

Apunta MECENAS.

El grupo le da las gracias a la anciana. Vaya maneras apunta el cura.

¿Preguntáis a los mendigos?

¿Entráis directamente a hablar con él?

¿Intentáis acceder por detrás?