El grupo sabe ser prudente y evitan que nadie les vea al dirigirse al acceso trasero de la Iglesia. Una puerta carcomida da acceso a las dependencias del párroco. Una mesa, dos sillas, un par de platos con restos de comida son el desolado paisaje que presencia el Cristo crucificado de la pared.
-Poco católico veo esto.- Alonso saca una gastada baraja de cartas oculta bajo una Biblia.
-Una joya, el párroco.- señala Julián. A Amelia no le acaba de encajar.
-El Quijote apócrifo era una defensa de la moralidad y la tradición- explica-. No parece coincidir con el comportamiento de Navarrete… aunque bien podría ser un hipócrita.
-Sigamos- pide Alonso-, aún tenemos que descartar a este mal cura.