-Ciertas fuentes- recuerda de repende Julián, dirigiéndose a Navarrete- que el Fénix de los Ingenios se ha dejado ver en esta parroquia. ¿Era por asunto religioso o literario?
El cura traga saliva.
-En efecto, fue don Lope de Vega, el maestro, quién acudió a mí, sabedor de mis insignificantes habilidades literarias, y me ofreció la oportunidad por la que hoy están vuesas mercedes aquí- sus ojos se enrojecen casi hasta el llanto-. Pero juro por la santa madre que nunca le volví a ver. Él envía los pagos, pero se lavó las manos del tráfico de material entre el autor y yo.
Julián permanece en silencio, pero su mirada y su sonrisa a Amelia rezuman veneno.
-Qué impropio de un ilustre como Lope poner zancadillas a otro grande como don Miguel.- maldice Alonso.