Optáis por pagar un par de habitaciones en la hospedería y esperar a que Avellaneda llegue con su libro bajo el brazo. Contáis a Felipe Roberto que, al ver los satisfactorios servicios del hostal y la lamentable atención de vuestro hospedaje, habéis optado por asentaros aquí. Don Felipe, hombre hablador y confiado, da por buena la explicación y agradece vuestra compañía.

Por desgracia, las horas pasan y Avellaneda no aparece. Los miembros de la patrulla se reunen, apremiados por el tiempo e incómodos por la falta de actividad.

-No podemos seguir perdiendo más tiempo- juzga Alonso, moviéndose de un lado a otro como un león enjaulado. Amelia y Julián están de acuerdo.

-Sólo espero que no sea demasiado tarde como para poder completar la misión.- desea Julián. Los tres cogen sus cosas y salen en busca de la siguiente pista.

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