Poco más oro tiene este siglo que en el nombre, pero la miseria que impera en la ciudad es aún más acentuada en esta calle oscura y angosta. La tarde ya va cediendo terreno a la noche, los perros callejeros escarban en los montones de basura, los riachuelos de inmundicias parecen desembocar en este callejón y por las ventanas de las casas parecen asomarse rostros inquietantes. La información conseguida de los vecinos les lleva a una casa cuyo tejado está particularmente demolido y que nunca apostaríais que se encuentra habitada. En la habitación de la planta superior una llama mínima demuestra que se encuentra ocupada. Sea quien sea, le impulsen los motivos que le impulsen, Avellaneda se encuentra allí, quizá dando los últimos toques a su Quijote infame.