TIEMPO DE DESCUENTO

Julián, el más cercano al año en el que os encontráis, se acerca a un aficionado que, con una gran boina y haciendo sonar un bombo con inopinado sentido del ritmo, alienta a la afición para que no deje de animar.

-Disculpe, amigo. Regresamos a España después de un tiempo fuera y nos sorprende este espíritu deportivo, ¿a dónde se dirige todo el mundo?

El alegre aficionado no da crédito.

-Al Benito Villamarín- PA PÁ PAPAPÁ PAPAPÁPA PAPÁ-, por supuesto.

-Debe de ser un rival de gran nivel.- supone el viajero en el tiempo. El otro responde con una carcajada.

-Quizá sea el más fácil al que se ha enfrentado España en años- PAPAPÁ PAPAPÁ.

-¿Entonces a qué viene este ambiente?

-¡Se debe a que hace falta que ganemos el partido por once goles! ¡Vamos, vamos, España!

La hinchada se une a sus gritos con aplausos y canciones. A falta de letra, alguien tararea el himno, gesto tan patriótico como desafinado. Julián se gira hacia sus personajes, con una sonrisa de oreja a oreja.

-Ya sé dónde estamos- explica-. Nos encontramos sin duda en el momento histórico más importante al que hemos viajado.

Amelia le mira con excepticismo.

-¿Más que la partida de la Armada Invencible?- le lanza-. ¿Que la independencia de Filipinas? ¿Que el regreso del Guernika a Madrid? ¿Que la llegada del hombre a la Luna?

Julián reflexiona un instante.

-Sí- decide-. Hoy se va a jugar el España-Malta.

-Malta- repite, solemne-. Digna aliada de nuestro católico país. Isla baluarte que ha sabido contener al Moro. Sus galeras dieron que hablar en Lepanto.

Julián hace una mueca.

-Pues pregunta a cualquiera de mi siglo por Malta y te hablará del partido de esta noche- ante la mirada sorprendida de sus compañeros, Julián se decide a explicar de qué está hablando. Ni siquiera Amelia, indiferente a los logros deportivos nacionales, sabe qué supone para el subconsciente colectivo español el España-Malta de 1983-. En 1984 se celebrará un campeonato de fútbol europeo, pero España, tras una serie de malos resultados aún no ha conseguido un pase. Este es el último partido de la etapa clasificatoria, y ganar no le basta; debe lograr la victoria por once goles para superar a Holanda y adjudicarse plaza para el europeo.

Sus compañeros siguen mirándole sin entender… y él que les creía adaptados al presente.

-Lo normal es que un equipo consiga uno o dos goles para ganar un partido- desarrolla-. Tres goles se considera una goleada y cinco serían una victoria aplastante. Once goles se entiende como algo inalcanzable, incluso contra un equipo mediocre como Malta- Julián mira con sana envidia a la hinchada-. Esta gente no es consciente del espectáculo que va a ver esta noche.

-¿Ganó España ese campeonato europeo del que habláis?- inquiere Alonso, seducido por la épica narración de su compañero. Julián hace un mohino.

-Perdimos en la final contra Francia- admite-. Pero lo que se consiguió aquí esta noche será recordado por todo el país durante décadas. Devolvió la ilusión por la selección después de un mundial jugado en España con resultados decepcionantes y nos hizo soñar con que todo era posible en este deporte. Años después, seríamos campeones de Europa y del mundo, pero esta noche, en este lugar, es donde empezamos a acostumbrarnos a la victoria.

Amelia resopla resignada.

-Creo que estoy en minoría- asume-. Intentemos encontrar la forma de entrar.

Recorréis los alrededores del estadio, con Julián recordando proezas futbolísticas, Alonso entre desconcertado y contagiado por esta rara forma de patriotismo y Amelia indisimuladamente aburrida.

-En un pequeño lugar llamado Carabanchel- relata el enfermero-, un niño de 9 años se prepara para ver el partido con sus padres. Nunca olvidará esta noche. Con cada gol deseará estar en el estadio, animando a los jugadores. Saltando y cantando con cada jugada. Lo que nunca podrá imaginar es que treinta años después estará allí.

-Pues ese niño soñador debería ir pensando una manera de que accedamos al estadio.- Amelia se avergonzará más adelante en el tono cortante que está empleando con Julián, pero le molesta que el mismo compañero que nunca entiende su ilusión al conocer a las mayores personalidades de la Historia española pierda la cabeza por un espectáculo como éste.

Echáis un rápido vistazo intentando improvisar un plan de incursión. Julián es el primero en encontrar una alternativa.

-¿Veis ese camión descargando productos para el bar del estadio? Los guardias de seguridad parecen distraídos, podría ser una buena forma de acceder.

Alonso admite que es un buen plan, pero señala otra posibilidad.

-Reconozco los colores de Malta en ese autobús- señala-. ¿Será el del equipo contrario? Podríamos mezclarnos con ellos y entrar en el coliseo.

-He visto alguna puerta lateral sin vigilar- se implica Amelia-. Si logramos abrirla, tendríamos paso libre a las instalaciones.

-¿Utilizáis la artimaña del bar?

-¿Os intentáis mezclar con los malteses?

-¿Buscáis entrar por la puerta lateral?