Sin pensar, tras el primer recodo, abres la primera puerta con la que te encuentras y arrastras al interior a tus amigos. Aguantáis la respiración hasta que oís los pasos del vigilante pasando de largo, pero cuando os giráis, os encontráis con las atónitas miradas de una veintena de jóvenes. Goikoetxea, Sarabia, Señor, Poli Rincón; la mítica selección de 1984, que no parece entender porqué un trío de desconocidos irrumpe en su vestuario para verles medio desnudos.

Un hombre canoso y fornido os sale al paso y agita sus manos ante vosotros instándoos a iros.

-¿Dónde os creeis que estáis?- Julián le reconoce como Miguel Muñoz, el legendario seleccionador-. Largaos enseguida.

-La chica se puede quedar.- salta Maceda. Sus compañeros ríen cuando la catalana se ruboriza.

-Mister- no puede evitar decir Julián-, salgan a por todas. Anticipo que el milagro es posible.

-Yo el 3-0 ya lo firmo.- bromea Victor Muñoz, sin ninguna vergüenza a pesar de llevar sólo las medias rojas del uniforme. Manu Sarabia resopla.

-Otro agorero con exceso de confianza.

-¿Otro?- inquiere Amelia.

-Hace cinco minutos otro individuo ha entrado aquí- informa Camacho, ya vistiendo su camiseta con el 3-. Nos ha asegurado que ganaríamos 13-0, y que vería los primeros goles justo detrás de la portería de Malta.

-Como si se supiera en qué lado del campo vamos a jugar.- señala Buyo, ajustándose los guantes. Os miráis preguntándoos si ese comentario tendrá algún significado. Ofrecéis vuestro ánimo y alguna disculpa y salís del vestuario. Hasta que la puerta no se cierra tras vosotros Amelia no deja de taparse los ojos con las manos.

Anota AUGURIO