Los baños del Benito Villamarín están ahora completamente vacíos, pero tienen el aspecto y el olor de haberse usado a destajo en el descanso. No hay nadie, ¿o quizá sí? De una de las letrinas se oye el sonido de un transistor retransmitiendo a todo volumen el mítico partido.
“¡Atención a Rincón. Rincón intentando, la pugna dentro del área, se va a meter en el centro¡¡¡Gol gol gol!!!”
Alonso y Julián aguardan a que salga el aficionado, pero se encuentran con un obeso sevillano claramente achispado sin vínculo ninguno con vuestro objetivo.
-Gol de Rincón, chavales- repite-. Todavía hay opciones.
La posibilidad de que fuera el díscolo miembro del Ministerio era remota, tenéis que admitir. Amelia ve salir al alegre futbolero, tambaleándose y moviéndose a los lados como si estuviera regateando a toda la defensa maltesa.
-Nada en el baño de mujeres.- dice la líder. Alonso niega con la cabeza.
-Tampoco aquí.
-¿Dónde encontrarle?- se lamenta Julián-. El Estadio es muy pequeño, queda poco tiempo y aún hay muchos goles que remontar.
-Vais al exterior, a la salida que tomará la selección