Un grupo de insurrectos que se encarga de llevar a refugiados al otro lado de la frontera no debería tener dificultades para llevaros a un islote a pocos metros de la orilla, por lo que decidís que recurrir a Lander es la opción más viable. No tardáis en encontrar la dirección en la que se os citó, la calle Primo de Rivera, una zona arrasada por la guerra y aún no completamente reconstruida donde lo más nuevo son las placas de la calle con el nombre del ideólogo falangista. El número 5 es una antigua vivienda cuyo techo fue destruido por un obús, dentro de la cual se acumulan los escombros y crece la vegetación. Para no llamar mucho la atención ni permanecer demasiado tiempo a la vista de guardias o delatores, rodeáis el edificio y accedéis sin demasiada dificultad por una ventana desvencijada. Os acomodáis a la espera de que vuestro contacto se presente.

-Ahora a ver cómo les decimos que no queremos llegar a Francia, que con que nos dejen a mitad de camino nos basta.- deja caer Julian.

-Lo resolveremos sobre la marcha.- zanja Amelia. En realidad, ¿no suele ser siempre así?

Unos sonoros golpes os sobresaltan. Alguien llama a la puerta, tal vez de una forma demasiado intensa para tratarse de una misión clandestina.

-¡Abrid, rápido!- apremian. Los tres os miráis, ¿se trata de quien os iba a enviar Lander?- ¡Venga, dejadme pasar, vienen a por mi, no hay tiempo!

¿Será cierto que es a quien esperáis?¿o es algún tipo de trampa? No habéis oído sonido de persecución, ni ningún alto de la policía, ¿deberíais fiaros?

-Si abrís

-Si optáis por huir por detrás