Dando tiempo a que Alonso se santigüe entráis por la 1459. Tras atravesar un corto pasillo os topáis con una débil puerta que se abre sin dificultad. Salís de un deteriorado chamizo y dais con un agreste paisaje, seco, sofocante y rocoso. La escasa vegetación, apenas unos hierbajos resecos, se mueve agitada por una brisa ardiente. El paisaje se extiende kilómetros y kilómetros sin que veíais un solo edificio recortándose en un cielo sin nubes. Alonso avanza unos pasos y pone los brazos en jarras.
-¿Dónde estamos?
-Podría ser en cualquier punto de España.- se encoge de hombros Julián.
Amelia busca alrededor en pos de algún indicio.
-O de las colonias- recuerda-. España fue una palabra que en su momento abarcó medio mundo.
Julián sonríe con picardía.
-Imagino que si hay un Ministerio del Tiempo en Andorra lo tendrán más fácil que nosotros.
-¡Mirad!- les interrumpe Alonso. Aproximándose a dónde estáis vosotros, un par de hombres a caballo se acercan, levantando una nube de polvo.
-¿Nos habrán visto?- se inquieta Amelia. Julián niega con la cabeza.
-Dudo que vean algo con tanta polvareda.
-¿Y esas vestimentas?- pregunta el soldado, acariciando por si acaso su arma. Sombrero redondo de ala muy ancha, poncho colorido. Parece claro.
-Mejicanos- les identifica Julián. Con esas ropas, junto con esos bigotones y su piel aceitunada, parecen clichés sacados de un anunció de tomate frito.
Y con esos revólveres que penden de sus cintos.
-Su aspecto no me da confianza- admite Amelia-. Yo diría que su indumentaria es la típica de algún momento del siglo XIX. Según el momento en el que estemos, nuestro acento puede ponernos en problemas. El siglo XIX no es el mejor para las relaciones entre España y Méjico.
-Parecen personas que primero actúan y luego preguntan- dice el soldado, señalando sus bien visibles armas-. Podemos hacer lo mismo. Dejadme a mi y responderán a cualquier pregunta con una glock apuntándoles.
-¿Sin previo aviso?- se escandaliza Amelia-. ¿Sin provocación alguna?
-Pues decidamos nuestro curso de acción- insiste el pragmático Alonso de Entrerríos-. Los jinetes se acercan y no tardarán en vernos.