-¿Están rodando una película?
Uno de los gitanos ríe, controlando a su caballo.
-Ay, el chacho, que no se le escapa ni una. Allí estamos, con los italianos rodando su pinícula, que bien nos pagan.
El otro se toca la mejilla, como señalando su tonalidad aceitunada.
-Parece que damos el color de mejicanos, por eso nos pagan más.
-O a lo mejor Méjico está lleno de gitanos, paisano.- observa el otro. Les haces un gesto para que te dejen continuar.
-¿Van ustedes al rodaje, entonces? ¿Está muy lejos?
-A una legua escasa, pallá vamos.
-Si van en esa dirección- señala el otro- llegarán al pueblo, si lo prefieren.
-Muy agradecidos. Esperemos que haya algún trabajo para nosotros.- improvisas. Ellos se giran y se despiden. A Julián no le cuesta llegar a conclusiones.
-Y Almería, ¿queda muy lejos?
Los dos calés se carcajean.
-Ay, que perdido está el payo. Almería estará a seiscientos kilómetros- Julián abre los ojos de par en par-. Estamos en Burgos.
Ambos se alejan levantando una nube de polvo. Os aseguráis de que están bien lejos para continuar hablando.
-¿Almería, decís?- inquiere Alonso de Entrerríos, sin entender la relación -fallida- que hizo Julián. El madrileño se excusa.
-En los años sesenta y setenta del siglo XX se rodaron en España muchas producciones extranjeras, aprovechando las condiciones favorables que el régimen de Franco puso a las productoras para recibir un flujo constante de divisas. El Cid, El doctor Zhivago, 55 días en Pekín- enumera-. Pero las más conocidas fueron los Spaguetti Western, películas de factura italiana ambientadas en la conquista del Oeste de los Estados Unidos. Por el paisaje desértico de Almería, muchas de esas películas se rodaron allí, de ahí mi error.