Gracias a su amable favor, llegáis al rodaje en el vehículo de un trabajador, al que astutamente en la conversación podéis sonsacar que estáis a 17 de Julio de 1966. Os apeáis mientras se despide para ir a aparcar su coche, y podéis estudiar el plató. El escenario en el que estáis representa un fuerte norteamericano en la Guerra de Secesión. Una triste empalizada y un grupo de casuchas y tiendas hacen las veces de centro de prisioneros. Su aspecto es algo lastimoso, pero -asegura Julián- el efecto en pantalla mejora, y va en consonancia con la atmósfera sucia, hostil y decadente de los Spaguetti Western.

Soldados, extras, técnicos y actores se mueven de un lado a otro en un caos que os hace imposible creer que de todo ello salga una película. Vivís en directo la Historia de cómo se contó la Historia. Los paisajes más yermos de España sirvieron para reflejar los remotos desiertos de norteamérica. Los áridos Nuevo Méjico, Nevada y Colorado, fueron en realidad Burgos, Madrid y Almería, y nativos americanos y colonos anglosajones fueron representados por españoles que, por ganarse un jornal, quedaron inmortalizados en un celuloide que se seguirá admirando décadas, y posiblemente siglos después.

Absortos por su trabajo, nadie repara en vosotros.

-Y ahora, ¿qué?-pregunta finalmente Alonso, quizá demasiado prosaico-. Estoy tan admirado como vosotros por esta representación, pero, ¿hacemos algo aquí? Ya sabemos año y lugar, puede que debamos volver al 2016 y continuar nuestra labor en el Ministerio.

-No perdemos nada por curiosear y asegurarnos de que todo se desarrolla con normalidad.- sugiere Julián, oportunista. Sorprendentemente, Amelia le concede algo de razón.

-Una labor del Ministerio es patrullar los hitos más importantes de nuestra Historia y asegurarse de que todo va bien- ecuánime, continua-. Con ello, bien es cierto, nos exponemos a contaminar nosotros mismo este momento.

-Decidamos pues- pide Alonso-. ¿Nos quedamos o regresamos?