Tomas una maciza barra de madera y arrojas otra a uno de los soldados.
-¡Ayudadme!- hincas la palanca bajo el voluminoso madero y aplicas toda tu fuerza. En seguida otros te ayudan y casi desfalleces cuando los compañeros pueden arrastrar al chico de debajo de los maderos. El desafortunado se desmaya de dolor, y apartas la mirada al ver cómo su pierna se curva antinaturalmente.
-¡¿Qué ha pasado?!- el antipático capitán que visteis en el pueblo avanza a grandes zancadas a vuestra posición. Te da la desagradable sensación de que presta más atención a los posibles daños en la estructura que a su soldado herido de gravedad.
-Una viga ha cedido y ha atrapado a Cepeda, capitán Camorlinga- explica uno de los quintos-. Hemos podido sacarle, pero tiene la pierna destrozada.
Con una mirada desapasionada, Eugenio Camorlinga comprueba que es verdad.
-El sanitario ya le atiende- hace ver-. ¿Qué os hace creer que lo que ha pasado os libera de vuestro trabajo?
-Pero…
-¡Volved al trabajo, la jornada no ha terminado, joder!
Cabizbajos, los trabajadores vuelven a la construcción del puente. Das un sorbo a una cantimplora y escupes con desprecio. Valiente hideputa, este Camorlinga.