Tras recapacitar mucho, no tienes más que reconocer lo evidente.

-Nosotros no deberíamos estar aquí- sólo pensarlo te enfurece-, lo que tenga que pasar aquí tendrá que pasar, sin que nosotros intervengamos.

Tus compañeros te dan la razón.

-Vayámonos, no debemos intervenir. No podemos cambiar la Historia.

Tu mirada al sacerdote al iros es puro remordimiento e impotencia. El grupo de levantados no repara en vosotros, así que partís sin incidencias. No os habéis alejado mucho cuando oléis el humo de madera y combustible ardiendo, y oís los aplausos de los barceloneses ante el incendio provocado. No os sentís orgullosos de lo que ha ocurrido, pero como agentes del Ministerio vuestra misión es garantizar que el Tiempo sea, y siga siendo, el que es. Ahora tenéis a una persona a la que buscar.