Identificáis a un grupo de exaltados, que se protegen y esconden en un callejón. Decides que ellos son vuestra mejor opción.

-¿Os dejáis arrinconar aquí mientras nuestros compañeros languidecen entre rejas?

Uno de ellos te mira desafiante.

-Están muy protegidos en su cubil. Sería una carnicería.

-¿Qué es lo que hace su posición tan segura?- interroga Alonso, el estratega del grupo. El barcelonés señala una callejuela que baja hacia la prisión.

-Ahí tienen un parapeto fuertemente defendido. ¡Tienen un cañón! Mientras esa posición no caiga, no hay forma de liberar a los presos.

-¿Y si nosotros acabamos con ese cañón?- propone Julián, quizá con precipitación. El hombre ve en su convicción una esperanza.

-Asaltaríamos la cárcel y soltaríamos a los presos. Sería rápido, con pocos heridos.

Alonso lleva a un aparte a Julián. Amelia les acompaña.

-¿Acabar con el cañón?- le pregunta, incrédulo-. ¿No pensáis que os habéis excedido un poco?

-¿Y las encamisadas de Flandes, Alonso?- le recuerda Amelia-. ¿No hacíais cosas así?

Alonso rememora esos momentos de dolor y gloria.

-Las condiciones eran diferentes. Podría lograrse, aunque sería difícil.

A Julián le angustia que su amigo se exponga en exceso.

-Ha de haber otras opciones- plantea-. Veamos si encontramos la forma de distraerles, de ganar tiempo.

-Ganar tiempo puede hacer que lo perdamos- se lamenta la catalana-. Siempre podemos volver a la idea de acceder nosotros directamente a la prisión.

-¿Buscáis la manera de asaltar el puesto con algún engaño?

-¿Alonso realiza una incursión?