A pesar de ciertas reticencias, empujáis el carro hacia la entrada al callejón. Antes de exponeros, prendéis fuego a los restos resecos de las flores. Tomáis aire antes de doblar la esquina para dejar caer el carro cuesta abajo.

-¡Nos atacan!- oís gritar. Las balas silban a vuestro alrededor, una impacta en el carro y vuelan las astillas. Las ruedas llegan a la pendiente de la cuesta y la carreta se precipita hacia las defensas del ejercito, agitándose en cada bache y soltando humo y pavesas. Llevados por el miedo, los soldados disparan el cañón, haciendo que el carro vuele por los aires. La explosión retumba en toda la calle y los propios defensores quedan aturdidos. Los alborotadores comprenden que este es su momento, y que el cañón tardará en volver a cargarse, con lo que se lanzan, entre gritos sediciosos, contra las defensas y contra la cárcel. Permanecéis a una distancia prudencial cuando los reclusos comienzan a salir. Quizá os exponéis demasiado cuando os acercáis para buscar a vuestro objetivo.

-¡Constancia Rodríguez!

Una mujer joven de rostro astuto y sereno se gira hacia vosotros por instinto. No perdéis la oportunidad y Alonso la aferra por el brazo.

-Nos envía Francisco Ferrer. Usted tiene algo que nos pertenece.