-¿A qué se refiere, Angélico?

El buen hombre se quita el tricornio y se seca el sudor la calva con un pañuelo.

-Han llamado de gobernación. Me dijeron que os localizase cerca de las bombas y os detuviese. Tres forasteros de aspecto raro.

No sabes cómo reaccionar ante esta situación. Alguien ha movilizado a las fuerzas de seguridad en vuestra contra.

-Le aseguro que nosotros no…- comienzas torpemente ante vuestra inminente detención. El guardia civil te interrumpe.

-Lo extraño es que me llamaron antes de que los aviones chocasen- explica. Inmediatamente agita las manos, como no queriendo saber de qué va todo esto-. En confianza, yo hice la guerra y he servido fielmente al Caudillo desde el 36… pero de sobra sé que a veces el gobierno también comete sus errores. No me digáis nada, pero parecéis buena gente y todo esto es muy sospechoso. Idos de aquí, haré por no estar por casa cuando recojáis vuestras cosas y que Dios me perdone si me equivoco con vosotros.

-Muchas gracias, Angélico- le dices con sinceridad-. Le aseguramos que no se equivoca. Sólo deseamos que los americanos se encarguen de las bombas.

-¡Que se las lleven y se harten con ellas!- explota, cansado de americanos, de gobernación, de energía nuclear y de la madre que los mal parió a todos. Podéis estar tranquilos con Angélico, se asegurará de que los americanos retiren la bomba… o lo que queda de ella.

Pero a vosotros todavía os queda localizar al ladrón de los restos robados.