Ya habéis conseguido lo que queríais, que es atraerles hacia su compañero, herido, ¿qué más os retiene aquí? Os giráis y salís corriendo, con suficiente espacio entre vosotros y ellos como para no tener que preocuparos de que os detengan. Además, en cuanto encuentran a su camarada se detienen y le asisten, perdiendo interés en vosotros. Albergas la esperanza de que el accidentado les relate cómo le habéis ayudado y no os persigan, pero, sin poder tener seguridad de ello, no paráis de correr hasta que les habéis perdido definitivamente de vista.