-¿Cómo va su búsqueda de los restos?- te atreves a dejar caer-. ¿Han localizado alguna de las bombas?

El oficial os mira de hito en hito. Comprendes que has cometido una torpeza.

-¿Qué bombas?- inquiere, gélido. Intentas esquivar el asunto.

-Se ha estrellado un bombardero, ¿no?- quitas importancia-. Supuse que llevaría bombas en su interior.

La mirada inquisitiva del americano te hace comprender las consecuencias de tu pregunta. A estas alturas –de hecho, durante demasiado tiempo en España- se mantuvo en secreto que unas bombas habían caído en el litoral español.

-Van a tener que acompañarnos- dice el oficial con firmeza, mientras avisa a un par de compañeros para que os escolten-. Tendrán que responder a algunas preguntas.

Ya sea para interrogaros y descubrir si disponeis de información privilegiada, o para manteneros fuera de circulación en tanto se decide qué comunicar y qué no a la opinión publica, sois retenidos por los americanos. Mientras sois conducidos a su campamento, no dejas de reprocharte tu torpeza.