Te mantienes cerca de tus compañeros, y no parecías estar en un error, pues el humo se disipa en seguida. Un resto humeante, supones. Os reunís para hablar de vuestros hallazgos, pero sois sorprendidos por un grito.
-¡Arriba las manos!- un hombre bien vestido a la usanza de la época os apunta con una pistola, y otros dos se le unen, todos armados y con ademanes amenazantes. Obedeces, con resignación, y tus compañeros te siguen. Os habéis dejado sorprender y ofrecer resistencia os pondría en grave peligro.
-Ya nos avisaron de que vendríais.- dice uno, con arrogancia.
-Pero nos dijeron que seríais más difíciles de atrapar.- se burla otro. Sin posibilidad de responder, sois esposados y conducidos a una cercana casa de labranza abandonada, donde sois vigilados de cerca durante casi un día. El gesto de victoria y desafío en su rostro cuando os abandonan a vuestra suerte os hace temer el alcance de vuestro fracaso en la misión.