-Tenía que intentarlo- se encoge de hombros. Sin dejar de apuntarte, se gira, coge algo y lo pone ante sí. Es un maletín-. Yo ya he recibido mi pago- explica-. No soy tan insensata como para dejar tecnología nuclear en las manos de los ególatras que gobiernan ahora este país… pero no debo ser yo quien les detenga. Tengo una palabra que cumplir con mis clientes.

-¿Qué es eso?- señalas, sin olvidar ni una de las palabras con las que la mujer te ha intentado acercar a su redil.

-Los fascistas tienen un barco amarrado en el puerto- expone-. Lo reconoceréis fácilmente, no es lo que se podría esperar en un puerto de pescadores. Llevarán allí todo lo que hayan podido rapiñar de las bombas, y en un par de días lo dirigirán a la comandancia de Barcelona. Con “eso”- apunta con su pistola al maletín-, el barco se hundirá en el puerto y no quedará nada que salvar de las bombas. Actívala en la cubierta inferior, junto al motor es un buen lugar. Basta presionar el botón rojo, salir corriendo y, en dos minutos… el incidente de Palomares dejará de ser un quebradero de cabeza para vosotros y yo habré cumplido con mis clientes y con mi conciencia.

Trasgas saliva. Una bomba. Una de las salidas tan poco sutiles de Lola Mendieta, pero ciertamente efectiva.

-Nos volveremos a encontrar pronto- augura-, en algún lugar de los libros de Historia. Hasta entonces, cuídate. Quizá no todo esté perdido contigo.

Lola Mendieta recula, cubriendo su huida con su pistola. No puedes reaccionar, o no sabes hacerlo. La mujer se pierde en las calles de Palomares, y la conoces lo suficiente como para saber que, si no desea ser alcanzada, poco podéis hacer para atraparla. Pero aún queda mucho por hacer en esta misión. Y tienes mucho que explicar a tus compañeros.